Más tarde, llegó todo lo demás: Instagram, Pinterest, Vine…

Un post con foto en Facebook tiene el doble de oportunidades de recibir un “me gusta”. La comunicación ahora es un 42% imagen. Instagram ha sido la plataforma social con mayor crecimiento en 2013. Tenemos tal cantidad de emojis en nuestros móviles que podríamos comunicarnos fácilmente sin apenas escribir una palabra.

El auge de lo visual en los medios sociales no es noticia, sobre todo si tenemos en cuenta que hasta el más torpe de nosotros es capaz de convertirse en fotógrafo gracias a nuestros smartphones. Lo preocupante es que este importante cambio cultural parece haber sucedido sin ningún tipo de cuestionamiento. Nadie parece haberse parado a pensar en lo que la desaparición de la palabra escrita significa realmente.

¿Es simplemente la rapidez y la eficiencia lo que nos conduce a hablar con imágenes o también la pereza y el desinterés? Si, es cierto, el 90% de la información que pasa a nuestro cerebro es visual y pasa muchísimo más rápido que las palabras pero la cuestión es: ¿pasa para quedarse e inspirar o pasa de largo sin dejar ningún rastro?

Hacer que alguien se tome la molestia de pararse a leer un texto es todo un reto. Las historias contadas con palabras requieren tiempo y esfuerzo pero, dejan un profundo poso en el lector. Es cierto que a menudo las imágenes impactan de una forma difícilmente igualable pero, a veces, también necesitamos las palabras. Palabras que nos ayuden a pensar, a dibujar imágenes únicas, singulares y personales en nuestra propia mente.

Está claro que hemos dado pasos de gigante en la forma de comunicarnos pero, ¿nos encontraremos en el siglo XXV comunicándonos exclusivamente a través de pictogramas?

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