Por eso, deberíamos volver la vista atrás e intenta recordar cómo veíamos la vida antes de tener en la cabeza todos los límites que nos hemos impuesto.

1.- Busca. Cuando tenemos un problema solemos empeñarnos en buscar una solución conocida, eso hace nuestro universo más pequeño y limita nuestras opciones. El mundo está lleno de posibilidades.

2.- Explora. En nuestra búsqueda por la eficiencia, hemos perdido el gusto por explorar y nos hemos perdido a nosotros mismos y a nuestra creatividad. A menudo las respuestas se encuentran por el camino, mientras exploramos y no al llegar a la meta.

3.- Observa. Nuestra experiencia actúa como un filtro inconsciente ante nuevas ideas hasta el punto de que ni siquiera las consideramos si no cuadra con nuestro esquema de creencias o emociones y nos hace perdernos estupendas ocasiones para aprender.

4.- Cuestiona. Los adultos tendemos a enfocar los síntomas del problema pero no la causa, la raíz… lo que nos lleva a intentar apagar fuegos con una regadera. 

Y si nos preguntáramos el por qué como hace un niño? Seguro que acabaríamos averiguando la auténtica causa de las cosas.

5.- Aprende. Nos han enseñado a buscar el conocimiento por encima de todo, a intentar convertirnos en maestros… y precisamente ese conocimiento limita no sólo nuestro aprendizaje futuro sino sobre todo nuestro disfrute. 

Acuérdate de cuando eras niño y aprendías algo nuevo, de cuando tenías esa mentalidad de aprendiz que todo lo absorvía como una esponja, sin prejuicios.

6.- Juega. ¿Por qué trabajar y divertirse se han convertido en términos opuestos?. Casi todo lo importante en la vida lo hemos aprendido con juegos, quizá haya llegado el momento de quitarnos de encima el aburrimiento y volver a disfrutar con lo que hacemos.

Te dejo un estupendo vídeo que prueba esta teoría, pincha aquí para ver el vídeo

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